OBRA INVITADA
III ENCUENTRO DE TEATRO DE QUILMES 2010
Miercoles 17 a las 20hs
CASA DE LA CULTURA DE QUILMES
Rivadavia y Sarmiento
Quilmes - Buenos Aires -

AUSPICIADA POR LA EMBAJADA DE RUMANIA
AUSPICIADA POR LA EMBAJADA DE FRANCIA EN ARGENTINA
PREMIO ESTRELLA DE MAR 2010
ACTUACION FEMENINA MARPLATENSE
Valeria Tercia

NOMINACIÓN PREMIO ESTRELLA DE MAR 2010
TEATRO OFF
(Este elenco fue conformado con Facundo Cardosi, Valeria Tercia, Lucía Urriaga, María Viau, Joaquín Baldin y Darío Peralta)
FOTOS

CRITICA
GABRIEL CABREJAS
El rey se muere, de Eugène Ionesco y Mauro Molina
El rey de un país lluvioso

A Mauro Molina le faltaba un Ionesco propio para verterse el especialista argentino en teatro del absurdo y, digámoslo sin vueltas, lo ha logrado.
Le roi se meurt fue estrenada en 1962, hace casi cincuenta años, y en manos de un experto no perdió una gota de vida y representabilidad. Claro, se trata, quizás con La lección, de las pocas farsas trágicas, como le gustaba etiquetarlas a Ionesco desorientando a los buscadores de la ortodoxia, cuyo antirracionalismo podía ponerse en escena, ya que se situaba exclusivamente en el nivel verbal, en lo que cuentan, por inconcebible que fuese, sus personajes. Rinoceronte metía al director en un brete: ¿cómo transformar a la gente en el escenario? Ni hablar de El peatón del aire o Jacobo o la sumisión. Pero en El rey todo lo inenarrable, la completa dislocación de la naturaleza en torno al trono –a Ionesco le habría encantado el retruécano lingüístico…--llega al discurso y no es necesario verlo. Así, un precipicio desfondado se traga la realidad, un virus paraliza al ejército, las vacas paren dos terneros al día, la hierba brota fuera de las fronteras “que eran un desierto hasta el jueves”, “veinticinco habitantes se licuaron y doce perdieron la cabeza, esta vez sin intervención mía” (constata el Rey) y él mismo agoniza después de ejercer “doscientos setenta y siete años y tres meses”. Ionesco invierte, y a la vez liquida al fin, el fantasma mitológico del Edipo de Sófocles con su perfecto antimito. El mundo alrededor del monarca incestuoso del griego se desintegraba, empezando por la naturaleza, y ésta constituía la señal de los dioses, metonímica, de que algo no funcionaba bien en palacio. Shakespeare avanzaba un paso hacia desacralizar la historia: el egoísmo tiránico de sus reyes impedía construir, obra de los súbditos abandónicos, un reino perdurable. El dramaturgo rumano-francés pega la última vuelta de tuerca con su nihilismo cosmicómico, pues simplemente todo se muere junto al rey, sin abundar explicaciones, sin más razón que la muerte misma, sin dios ni necesidad de Él.
Molina, obediente adaptador, sigue al autor al pie de la letra, como siempre conduciendo a un excelente team actoral, y sabiendo conducirlo. Elimina, eso sí, las didascalias. No existe la música “irrisoriamente regia” ni el salón palaciego “vagamente gótico” del texto original, dicho de un modo que habilitaba la libertad del puestista. Sí los tres tronos, el central del soberano y los laterales para las dos esposas, tapizados en rojo. A la reina Margarita prefiere palidecerla y ataviarla de negro, una Morticia delgada y de voz firme y estentórea. Con su otra reina, María, se permite una minifalda sobre la vocecita chillona. El alabardero, de librea inclasificable; el astrólogo-verdugo-médico de golilla y catalejo, no desentona con cualquier cortesano promedio; la criada Julieta viste como toda mucama del siglo XX; a Berenguer I, manto de púrpura, lo aureola una corona dorada de mal disimulado cartón. Sólo un par de licencias se permite en el conjunto, como la lanza del alabardero, y el cetro del Rey, rodeados de un alambre rústico, y un viejo flit de los que antaño mataban insectos. En síntesis, módico disloque temporal, indefinición, austeridad. Nada que distraiga. Ahora, a gozar de la actuación.
Y es aquí donde debe destacarse al grupo. El arduo y por momentos vertiginoso diálogo de Ionesco tiene los intérpretes que se merece. El rey ridículo, con sus rastros edípicos, sus súbitos ataques de discapacidad, sus órdenes incumplibles, vive en Facundo Cardosi –tan distinto al que vimos en Boceto para teatro I, el Beckett de Molina—como el descendiente más elocuente de los Ubúes, reales y dramáticos que hayamos presenciado. Lucía Urriaga deslumbró en Esa que no eres y ahora se calza el personaje de María, también nada parecido a aquél, como si le hubiese sido escrito. El clown Joaquín Baldín demuestra a través del médico su ductilidad lejos del mimo, y María Viau (Julieta) y Darío Peralta (el alabardero) están igualmente inmejorables.
Otra vez, la pregnancia y composición de Valeria Terzia (Margarita), quien fuera nominada revelación del Estrella 2008 y ahora candidata a actriz de drama, resumen el temperamento de Molina director y la preparación de su compañía. Uno se imagina qué buenas serán las que le ganan en la terna, si debe padecer otra postergación: para semejante actriz, que en Esa que no eres ya fascinaba, da la sensación de poder elegirse cualquier obra del repertorio universal. Extraordinaria.
Definitivamente, un director encontró a su elenco, y a la inversa. Visto que MM sale airoso de un Ionesco como de escribir a Alejandra Pizarnik, no es difícil augurarle más riesgos superados. También para los hombres de coraje (y talento) son las grandes empresas.

Gabriel Cabrejas
BOCETOS DE VESTUARIO LUCIANA CEVALLOS

Concebida en el marco del proceso pedagógico del ultimo año de la carrera de Puesta en Escena de la EMAD 2009(Escuela Metropolitana de Arte Dramático)
(Participaron de este proceso Facundo Cardosi, Valeria Tercia, Lucía Urriaga, Lucila Gómez Vaccaro, César Riveros y Martín Mir)

SINOPSIS
Berenguer imagina que es rey y que ha creado un mundo a su medida, pero ahora su corte se agrieta y él ha perdido su poder ante la presencia inminente de la muerte. Su primera mujer Margarita y su médico intentan conseguir que “el rey” acepte que está en el final de su vida, mientras su segunda mujer María intenta ocultarle esta realidad, Julieta, enfermera y sirvienta, y el Alabardero parecen ser los únicos que saben lo que ocurre en ese lugar donde nada es lo que aparenta.
“Nadie puede morir por mi”
Martin Heidegger

La muerte es algo que le ocurre a los otros, es un espectáculo, está afuera, forma parte de lo uno, de lo anónimo pero no es algo que me va a pasar a mi, le pasa a los otros, esta es la esencia de la existencia inauténtica.
En el teatro, cuando veo a Ricardo II destronado, preso en una celda, abandonado, no es a Ricardo II a quien veo sino a todos los reyes de la tierra destronados, y no solamente a todos los reyes destronados, sino también nuestras creencias, nuestros valores, nuestras verdades desacralizadas, corruptas, usadas, las civilizaciones que se desploman, el destino. Cuando Ricardo II muere, asisto a la muerte de lo más querido e íntimo; soy yo mismo quien muere con él. Ricardo II me hace tomar una conciencia aguda de la verdad eterna que olvidamos a través de las historias, esta verdad simple y absolutamente banal en la cual no pensamos: yo muero, tú mueres, él muere.

ESTRELLA DE MAR 2010